Al barrio El Espino, en Ciudad Bolívar, la mañana llegó con una mezcla de esperanza que solo se siente cuando se habla de tierra, de techo y de futuro. Así recibieron los vecinos de esta comunidad a los funcionarios de la Caja de la Vivienda Popular (CVP), como quien abre la puerta después de años esperando noticias que no llegaban. Esta vez, algo era distinto: el Distrito tocaba la puerta para dejar, no papeles confusos ni promesas, sino claridad y ruta.
Bogotá D. C., noviembre 11 de 2025
Por: Edwin Díaz - Oficina Asesora de Comunicaciones
Se trataba de una socialización sobre el proceso de adquisición del terreno, un paso clave para avanzar en la titulación que muchos esperaron durante décadas. Según se explicó, este procedimiento permitiría adelantar el saneamiento jurídico, una palabra técnica que, para los vecinos, se traduce en algo simple y profundo: dormir en paz.
En junio, el equipo social de la CVP había iniciado la fase de publicación para invitar a quienes cumplían los requisitos. Un proceso tranquilo que, sin embargo, despertó recuerdos amargos: compras hechas a supuestos dueños sin legitimidad, escrituras de dudoso origen, visitas repentinas que sembraban temor. Por eso, cuando el equipo social de la CVP se reunió con los líderes del sector y anunció que haría lo posible para adquirir el terreno, algo se movió.
Ese anuncio abrió un camino: la escritura ratificaría el derecho a la vivienda de quienes nunca lograron adelantar trámites formales. No se trataba solo de papeles; era la reivindicación de un derecho, la devolución simbólica de la dignidad a quienes habían sido víctimas de irregularidades. La comunidad fue informada de que la entidad ya había adquirido 65 manzanas, de las cuales entre 40 y 45 quedarían formalizadas en noviembre. En enero serían anunciadas las áreas específicas que conforman esas manzanas, y que los predios incluidos podrían aplicar al programa. La ruta metodológica quedó clara: primero, El Espino Primer Sector; luego Santo Domingo; después El Espino Tercer Sector; finalmente, el barrio El Rosal. Un orden que para los habitantes significa algo tan profundo como “vamos avanzando”.
En el encuentro, las dudas fueron resueltas. Algunos preguntaron por rumores, otros por cobros sospechosos, otros por plazos. Los funcionarios insistieron: todo es gratuito. Y lo dijeron frente a una comunidad cansada de que, durante años, “tramitadores improvisados” les prometieran trámites a cambio de dinero.
Nada resumió mejor el peso histórico del momento que la imagen de una adulta mayor —canas y manos firmes pese a los años— escuchando que podría tener por fin escrituras. Ella, como muchos, llevaba décadas temiendo que alguien tocara a su puerta con la orden de desalojar. Ahora, las escrituras prometían seguridad jurídica, la tranquilidad de cerrar los ojos cada noche sabiendo que el techo le pertenece por ley, y la llave para acceder a programas de mejoramiento de vivienda.
Juan Carlos Fernández, director de la CVP, resumió el espíritu del día: “Estamos contentos porque pudimos contarle a la comunidad que ya estamos adquiriendo el predio que nos va a permitir entregar sesiones a título gratuito y van a poder tener su título de propiedad. Nos llena de optimismo poder cumplirles a esas familias que estaban esperando desde hace 40 años que lográramos este resultado”.
En El Espino, el proceso de titulación no es solo un trámite jurídico: es un acto de justicia histórica. Es la victoria silenciosa de quienes construyeron sin garantías, de quienes resistieron políticas cambiantes, de quienes apostaron por quedarse. Y es también el recordatorio de que, a veces, el Estado sí llega. Aquí en Bogotá, por ejemplo, sí pasa.
