Cada rincón de su hogar cuenta una historia de esfuerzo y amor. Rosalbina y Segundo encontraron en Arboleda Santa Teresita no solo un techo, sino un nuevo comienzo. Hoy viven con tranquilidad, rodeados de recuerdos y nuevos sueños.
Bogotá D. C., 12 de mayo de 2025
Por: Adriana Arango - Oficina Asesora de Comunicaciones
Dicen que nunca es tarde para cumplir los sueños. Que el amor verdadero puede ser una fuerza poderosa capaz de transformar no solo corazones, sino destinos enteros. La historia de Rosalbina Lamprea y Segundo de la Cruz es prueba de ello. Una pareja que, con perseverancia y esperanza, logró convertir una ilusión en su mayor tesoro: un hogar digno, propio y lleno de vida.
Segundo, nacido y criado en Bogotá, es lo que muchos llaman un rolo de pura cepa. Un hombre amable, trabajador y con una mirada firme que refleja años de esfuerzo. Cuando conoció a Rosalbina, trabajaba como supervisor de seguridad y vivía en una zona de alto riesgo. A pesar de las condiciones difíciles, jamás perdió la actitud positiva. Su amor por Rosalbina lo impulsó a dar un paso más allá: imaginar una vida en común, en un lugar donde pudieran estar seguros, construir juntos y disfrutar de sus años dorados con dignidad.
Rosalbina, por su parte, es una mujer admirable, luchadora desde siempre. Ha trabajado en múltiples oficios —desde labores del hogar hasta ventas informales—, siempre con la mirada puesta en un futuro mejor. Su mayor anhelo era sencillo pero profundo: vivir en un lugar donde reinara la tranquilidad, se respirara aire limpio y pudiera envejecer con paz.
La vida los llevó a tocar muchas puertas. Pasaron años construyendo poco a poco su sueño. Y fue gracias al programa de Reasentamientos de la Caja de la Vivienda Popular, que finalmente hallaron ese lugar que tanto imaginaron: el proyecto Arboleda Santa Teresita, en la localidad de San Cristóbal. Allí, en un apartamento acogedor y lleno de luz, encontraron el refugio que merecían.
Eligieron el primer piso por una razón muy clara: querían emprender una miscelánea, una pequeña tienda que les permitiera mantenerse activos, generar ingresos y seguir compartiendo con su comunidad. Hoy en día, venden pijamas, papelería, artículos de mercado, accesorios y mucho más. Su negocio no es solo una fuente de recursos, sino una ventana abierta al barrio, un espacio de encuentro y servicio.
En enero de este año, decidieron renovar todo: remodelaron el apartamento, compraron muebles nuevos, electrodomésticos modernos, decoraron cada rincón con amor y dedicación. Para ellos, su hogar es un santuario. Aunque viven solos, su nieta los visita con frecuencia y tiene su propia habitación, pues el apartamento cuenta con tres cómodas alcobas, lo que les permite recibirla con cariño y espacio.
Rosalbina no puede evitar sonreír mientras habla de lo que han logrado: “me siento muy feliz con mi apartamento y mi negocio. Queremos vivir tranquilos, y hoy ya no nos preocupamos por pagar arriendo. Aquí es muy bonito, la gente es muy colaboradora y quiero agradecerle a la Caja de la Vivienda Popular, porque estamos bien, no estamos aguantando frío, no hay goteras y vivo muy agradecida, porque esta ha sido la mejor oportunidad que hemos tenido”.
Segundo, con la serenidad de quien ha alcanzado su meta, agregó: ”quiero agradecer a la Caja de la Vivienda Popular, porque me entregaron este apartamento. Aquí ya estoy con mi señora, trabajando en esta miscelánea como nuestra fuente de ingreso. Estoy viviendo bien y me mantengo contento”.
La historia de esta pareja no sólo conmueve, también inspira. Es un testimonio vivo del poder transformador de las políticas públicas cuando se ejecutan con sentido social y humanidad. La Caja de la Vivienda Popular (CVP), entidad del Distrito, ha sido clave en este proceso, brindando acompañamiento, soluciones habitacionales y oportunidades reales a cientos de familias bogotanas que, como ellos, buscan vivir con dignidad.
Este trabajo representa un esfuerzo por transformar no solo viviendas, sino también barrios enteros, entornos comunitarios y formas de habitar la ciudad. Es un cambio que comienza desde la raíz: desde la seguridad de un hogar, la tranquilidad de tener un techo propio y la oportunidad de volver a soñar.
Porque una vivienda no es solo un espacio físico. Es donde nacen los recuerdos, se crían los hijos, se curan las heridas y se construye el mañana. Para Rosalbina y Segundo, esa mañana ya comenzó: huele a café recién hecho, a tranquilidad, a amor bien ganado y a la certeza de que todo valió la pena.